Neruda decía que un poema no es de quien lo escribe sino de quien lo hace suyo.
De la tristeza
La tristeza es una sustancia gris y sutil que se hospeda dentro de mí (bueno, así la imagino). Creo que le agrado porque, con frecuencia, se queda a dormir conmigo. A veces me visita por la mañana con la sola intención de despertarme e, incluso, la he sorprendido intentando entrar por mi ventana -tanta confianza me tiene que es un poco desvergonzada-. Yo la dejo estar en mí y, mientras tanto, la respiro, palpo y pruebo, pero hago lo posible para no escucharla porque luego me hace llorar. De vez en cuando me hace enojar y, entonces, me la trago de un sólo bocado; no obstante, es necia y se aferra a mi pecho y ahí se queda, cual bola espinosa, lastimándome. Sin embargo, nos llevamos bien. Cuando la dejo estar en mis ojos, todo lo que me rodea se pinta -o se despinta- de gris y, cuando la descubro en los ojos de otro, la saludo y hasta le sonrío.
Abad.
De la tristeza
La tristeza es una sustancia gris y sutil que se hospeda dentro de mí (bueno, así la imagino). Creo que le agrado porque, con frecuencia, se queda a dormir conmigo. A veces me visita por la mañana con la sola intención de despertarme e, incluso, la he sorprendido intentando entrar por mi ventana -tanta confianza me tiene que es un poco desvergonzada-. Yo la dejo estar en mí y, mientras tanto, la respiro, palpo y pruebo, pero hago lo posible para no escucharla porque luego me hace llorar. De vez en cuando me hace enojar y, entonces, me la trago de un sólo bocado; no obstante, es necia y se aferra a mi pecho y ahí se queda, cual bola espinosa, lastimándome. Sin embargo, nos llevamos bien. Cuando la dejo estar en mis ojos, todo lo que me rodea se pinta -o se despinta- de gris y, cuando la descubro en los ojos de otro, la saludo y hasta le sonrío.
Abad.
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