lunes, noviembre 28, 2005

Un bel di vedremo


A finales del siglo XIX, Benjamín Franklin Pinkerton, teniente de la marina norteamericana, llega a Nagasaki por cuestiones de negocios. Para hacer más llevadera confortable su estancia en ese lugar decide “rentar” una casa y contraer matrimonio «temporalmente» con una geisha bajo cláusulas altamente favorables para él: un contrato de “renta” a 999 años con la posibilidad de rescindirlo cada mes.

Quizá por capricho o enamoramiento, Pinkerton muestra interés y fascinación por una de ellas, Cio–Cio–San (Butterfly), una geisha de quince años que reside en el barrio de Omara y quien, dicho por Sharpless, cónsul de EEUU en Japón, tiene un corazón crédulo cuya voz «llega hasta el alma». Esto poco le importa a Pinkerton. Cierto que él también se percató de la apariencia de la geisha, leve y tenue como un globo de cristal, de su aspecto semejante al de una figura extraída de un biombo, cuyo fondo lacado y brillante «con un movimiento súbito destaca y revolotea como una mariposilla, y se posa con tal gracia silenciosa que siento un verdadero furor por alcanzarla, aunque ello me cueste quebrarle las alas»; pero el teniente no tiene más interés que el de algo temporal porque más adelante busca “casarse con una verdadera esposa americana”.

Butterfly quedó enamorada de Pinkerton desde el primer momento en que lo vio y en muestra de su entrega está dispuesta a renegar de sus costumbres, su familia y su religión con tal de estar con él: «Yo sigo mi destino, y llena de humildad me inclino ante el Dios del señor Pinkerton. Es mi destino. En la misma iglesia, arrodillada al lado de usted, le rezaré al mismo Dios. Y para que esté contento, tal vez consiga olvidar a mi gente

Pasado el tiempo Pinkerton regresa a Norteamérica y promete: “Oh, Butterfly, pequeña mujercita, volveré con las rosas en la estación serena en la que los pelirrojos hacen sus nidos.” El pelirrojo ha anidado tres veces, él no retorna,pero ella manytiene una apasionada espera. Suzuki, la criada de Cio–Cio–San, es quien está más convencida de que no regresará. Butterfly, indignada, hace que se calle y le reprocha su falta de fe. A continuación, Butterfly le muestra con admirable esperanza a Suzuki cómo sería el reencuentro con su esposo. "Un bel di vedremo" es, a mi juicio, una de las escenas más impactantes dentro de la opera por su alta calidad expresiva.

Lo que sucede en el resto de la obra es impactante y lo omitiré bajo la intención de que escuchen la opera y/o consulten el libreto (bilingüe). La traducción al correspondiente fragmento está más abajo.

A continuación tres versiones de la misma obra: La que se inserta en el link corresponde a la versión de Maria Callas (recomendable abrir en otra ventana). Coloco dos versiones más, ahora en el RadioBlog. En una de ellas desconozco el nombre de la soprano y la segunda corresponde a la versión de Renata Tebaldi.
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Un bel di vedremo
Giacomo Puccini

BUTTERFLY (sorpresa) Piangi? Perché? perché? Ah, la fede ti manca... (fiduciosa e sorridente) Senti.

(Fa la scena come si realmente vi assistesse e si avvicina poco a poco allo shosi del fondo)

Un bel dì, vedremo levarsi un fil di fumo dall'estremo confin del mare. E poi la nave appare. Poi la nave bianca entra nel porto, romba il suo saluto.

Vedi? È venuto! Io non gli scendo incontro. Io no. Mi metto là sul ciglio del colle e aspetto, e aspetto gran tempo e non mi pesa, la lunga attesa.

E uscito dalla folla cittadina un uomo, un picciol punto s'avvia per la collina. Chi sarà? chi sarà? E come sarà giunto che dirà? che dirà? Chiamerà Butterfly dalla lontana. Io senza dar risposta me ne starò nascosta un po' per celia... e un po' per non morire al primo incontro, ed egli alquanto in pena chiamerà, chiamerà: "piccina mogliettina olezzo di verbena", i nomi che mi dava al suo venire.

(a Suzuki)

Tutto questo avverrà, te lo prometto. Tienti la tua paura, io con sicura fede l'aspetto.

(Butterfly e Suzuki si abbracciano commosse Butterfly congeda Suzuki, che esce dall'uscio di sinistra, e la segue mestamente collo sguardo. [...])
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Traducción:

BUTTERFLY: (sorprendida) ¿Lloras? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Ah, te falta fe...! (Confiada y sonriente) ¡Escucha!

(Representa la escena del retorno de su marido como si estuviera teniendo lugar.)

Un hermoso día veremos alzarse un hilo de humo en el horizonte. Y entonces aparecerá la nave. Luego, esa nave blanca entrara en el puerto, atronando con su saludo. ¿Lo ves? ¡Ya ha llegado! Yo no bajo a encontrarme con él.

Me pongo allí, en lo alto de la colina, y espero, espero largo tiempo y no me pesa la larga espera. Y saliendo de entre la multitud un hombre, un punto pequeño se destaca por la colina. ¿Quién será? Y cuando llegue, ¿qué dirá?, ¿qué dirá? Llamará a Butterfly desde lejos. Y yo, sin dar respuesta, estaré allí escondida, un poco para inquietarlo, y un poco para no morir al primer encuentro, y él, con alguna inquietud, llamará, llamara: "Pequeña mujercita, olor de verbena", los nombres que me daba cuando volvía a casa.

(a Suzuki)

Todo esto ocurrirá, te lo aseguro. Guárdate tu miedo, yo con firmeza le espero.

(Butterfly despide a Suzuki y la mira tristemente mientras se aleja y sale por la puerta de la izquierda. […])
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Más de Madama de Butterfly
Otra más

miércoles, noviembre 23, 2005

Tonelería


He recibido comentarios, sugerencias, críticas, en torno a que debiera dejar el Blog. Y tal vez algún día termine por hacerles caso, pero no por el momento. En el poco rato que llevo aquí dentro he encontrado distintas justificaciones para permanecer en un Blog que corresponde a las distintas maneras de usarlo. Unos colocan —literalmente— un diario en la red, desde que se levantan hasta que se acuestan. Otros sólo anécdotas, unos más prolongan su vida emocional en ellos, algunos lo destinan a un cuaderno de ideas, citas, frases célebres, etcétera.

Admito que escribir en un Blog puede convertirse en un juego libre del pensamiento, medianamente desinteresado y medianamente sin compromiso. Requiere un rato de ocio y un mucho de paciencia por parte de quien lee como de quien escribe. Pero como juego libre también puede volverse innecesario o inútil. Hay juegos serios, —hay grados de seriedad, dirán unos—, y un Blog no siempre resulta ser una de las primeras acciones serias dentro de un grupo de actividades relevantes para la vida.

Por mi parte he intentado permanecer quieto, evitar un juego libre de mi pensamiento hasta casi reproducir la inmovilidad. He ensayado no hacer ruido en la web y ser una calca de su silencio. En algún momento me propuse estar como de espaldas en la pared y recargarme contra ella lo más posible, mantener la respiración para ver si podía desvanecerme en ella, pero no pude conseguirlo, y tal vez no quise hacerlo. Tan sencillo es sucumbir a la tentación de la palabra.

Kierkegaard, Kierkegaard de nueva cuenta, escribió Migajas Filosóficas o un Poco de Filosofía en una época en que Europa estaba absorta esculpiendo los grandes monumentos de humanidad. Frente la Fenomenología del Espíritu hegeliana, (efigie portentosa del pensamiento indagando el Espíritu, así en mayúsculas), Kierkegaard escribe unas migajas y así decide llamarlas. En su prefacio el autor dice lo siguiente con respecto a su obra:

«Cuando Corinto fue amenazada por el asedio de Filipo y todos sus moradores entraron en febril actividad: unos a limpiar sus armas, otros a trasladad piedras, otros a restaurar murallas, Diógenes, percatándose de ello de ciñó presurosamente el manto y comenzó a hacer rodar su barril por las calles de arriba abajo con gran empeño. Cuando le preguntaron porqué lo hacía, respondió: “estoy ocupado con mi barril, no quiero ser un ocioso entre tanta gente aplicada” […] del mismo modo —continúa Kierkegaard— es absolutamente imposible que a alguien se le ocurra […] dar a mi opúsculo un significado histórico–mundial.»

Es como escribir poemas en la arena o sobre las cortezas de los árboles.

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Foto cortesía de: Mnemosyne.
En Wikipedia buscar Diogenes de Sinope
Algo más de Diógenes Diógenes el cínico



lunes, noviembre 21, 2005

La tiranía de la imagen.


¿Existe una indolencia estética en las palabras Arte, Humanidad, Dios, y demás grandes representaciones de los ideales humanos?
Kierkegaard afirmaba que el poeta es como esos «pobres infelices que eran quemados a fuego lento en el interior del toro de Falaris: sus gritos no llegaban a los oídos del tirano causándole espanto, sino que le sonaban como la más suave música». En esta imagen se nos muestra por un lado que el artista es un hombre incomprendido y por otro que el ejercicio del arte está más allá del glamour de la representación.

Ser artista no es un honor sino una carga que se lleva a cuestas, o expresado de otra forma, el artista ejerce su oficio en medio de una terrible soledad. Así también lo entendía Kazantzakis en “La Última Tentación” donde retrata a Jesús cuestionando a su Padre por qué tuvo ser él quien dejara la tranquilidad de la vida de carpintero para fungir como redentor de los hombres. Encarnar una idea, en este caso una imagen divina, conlleva un trayecto doloroso comparable con la experiencia amarga del artista.

Para ambos casos, en Jesús como en el artista, las cosas no son lo que parecen, dirá Kierkegaard. Encarnar una idea implica un desgarro interno pero de ejecución sublime, casi artística, casi divina; además, profundamente solitaria y con un lenguaje ininteligible. Por eso el auténtico arte, dirá, no es el que se está llevando los aplausos y los brindis, sino aquel que queda recluido entre la malla de palabras, encarcelado detrás de un majestuoso discurso que sublima el dolor en un ahogo de incomprención.

Por eso también una imagen, cualquier imagen, exaltará una idea pero difícilmente nos dirá algo de aquel quien la experimenta. En esto consiste su tiranía, las imágenes exaltan una idea porque ellas mismas son una idea, una representación. El toro de Falaris nada nos dice de aquel que es torturado ahí dentro, en la Biblia se exalta la renuncia de lo terreno en pos de lo divino, pero nada nos dice de los dolores que causó esa renuncia porque éstos quedan subordinados o embozados por una idea que les da sentido o razón de ser, y una agencia periodística puede galardonar una foto que retrate artísticamente la miseria que hay en el mundo. ¿O es que acaso en medio de un padecimiento intensamente triste uno se dice a sí mismo: “todo está bien, porque yo soy quien lleva a cuestas el mundo y gracias a mí los demás reposan”? Pareciera que no. Antes bien, uno se siente, en palabras de Hölderlin, en duelo, desvaneciéndose, cayendo ciegamente impulsado hora tras hora, como el agua que va resbalando en los despeñaderos mientras pasan los años, cediendo a lo Incierto.

Y quizá por eso Walter Benjamín criticaba la «nueva objetividad» que instauraba la fotografía porque ahora la miseria es objeto de consumo y de disfrute, porque deleita a los sentidos y se pueden conseguir postales sobre la miseria en las librerías u ONG's o muchas de estas imágenes como las que aquí presento son asequibles en cualquier parte de la red.
Existe una tiranía de la imagen porque hay una estadarización y embellecimiento el dolor humano, una esteticidad consumible en un mercado de productos, susceptible además --como consecuencia de este gourmet visual y/o reflexivo-- de galardones y medallas al mérito artístico. El refinamiento del dolor y la muerte en un sentido sibarita y siniestro. Tal y como también lo llegan a ser, paradójicamente, estas palabras que albergan un sobrepuesto perfil estético del pensamiento.
Quizá cuando se llegue uno a acostumbrarse a todo esto, cuando uno vea imágenes como las aquí colocadas y sienta dolor, compasión (tal y como cuando se va al cine o al teatro para consumir y reflexionar este tipo de sentimientos), y después de esto uno dé contribucines monetarias o morales a las organizaciones filantrópicas, mitigando la incuria con el formol de los ideales, quizá, ahí algo ya esté perdido.
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Satyagraha, fuerza que nace de la verdad y el amor —del sánscrito Satya, verdad, (implica amor) y graha, firmeza (engendra y simboliza la fuerza)—, disco de Philip Glass realizado bajo la consigna de hacer un homenaje a Gandhi. Uno ejemplo más de lo que aquí he dicho.

lunes, noviembre 14, 2005

Ucronías

"...llenósele la imaginación de todo aquello que había leído"
Don Quijote de la Mancha









Alberto Torres. EL UNIVERSAL online



¿Quijotes contemporáneos en plena urbe cosmopolíta? No, en absoluto. Parte del Cortejo Medieval con motivo de la inauguración de España Medieval y el legado de Occidente.



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lunes, noviembre 07, 2005

Yo, Cybot.



«Son como Pinocchio. Primero Pinocchio no era más que una marioneta, no era un ser vivo. Después se convirtió en una marioneta viva, luego en un chico vivo, un chico de verdad



Cuando me enteré de que la empresa Bandai ha creado «mascotas virtuales», semejante a los Tamagotchi de hace unos años, pero con la cualidad de que pueden vivir en la computadora, no dejé de sorprenderme de los cambios constantes que se van generando en el usuario con respecto a esta extraña máquina llamada computadora/ordenador.

Imagína que tu computadora —sí, esta máquina que tienes frente a ti ahora— te pidiera o te exigiera un rato de tu atención para poder sobrevivir —si, tu computadora pidiéndote sobrevivir—. Es como si le dotaras una especie de conciencia (rudimentaria, si quieres), y en una de esas, hasta un alma según tus necesidades. Aquellas extrañas y lejanas historias donde una persona se dirige a su computadora por su nombre, dándole una instrucción y ellas respondiéndote por tu nombre… esas historias ni serán extrañas y en un futuro próximo las tendremos instaladas en nuestra computadora (ahora sí) personal y personalizada.

Según la empresa japonesa, estos seres cibernéticos podrán ser configurados según lo desee el usuario, tendrán un perfil psicológico, leer «en voz alta» tus correos electrónicos, “ligar” con otras mascotas cibernéticas, tener sexo e incluso ser infieles a sus parejas virtuales. En otras palabras, pueden ser tan honestos y/o depravados como el usuario… o la otra cara de su moralidad. Con esto, el uso de «emoticones» esos pequeños «dibujos» que se hacen con los caracteres del teclado y que alivian nuestras comunicaciones en Chats y nuestras lecturas en Foros y correos electrónicos, va a ser una expresión romántica de la escritura como hoy lo es el tintero y la pluma de ganso. Una sonrisa :-) , el semblante de tristeza :-( , la risa :-D , la sorpresa :-0 , la burla :-p (la «p» simula una lengua), la confusión :-/ , el llanto :’( , entre otras más, serán parte de los rudimentos de la informática en la que estamos insertos, sobre todo cuando entren activamente a tu Messenger (que según estimaciones, será pronto).

Esto me hizo recordar un pasaje de la película Yo Robot, adaptación de la obra homónima de Asimov. Donde un robot queda perplejo —si es que un robot puede estar en una condición semejante— cuando un humano le hace un guiño: Un robot es capturado en la comisaría acusado de asesinato. Mientras estuvo sentado frente a una mesa, quieto, algo semejante al sosiego, vio que del otro lado pasaba un ser humano —supuesta persona que podría ayudarle en su defensa— y en ese momento, el hombre éste le guiña el ojo y sonríe. El robot que queda viéndolo. Hace un movimiento en el párpado imitando al hombre pero, a diferencia de éste, el robot queda fijo en su lugar, inmutado. Más adelante, cuando ambos están juntos, el robot se le acerca al hombre y le pregunta: «¿Qué significa “esto [cierra el párpado]» Su cara muestra algo semejante a la consternación por no saber cómo insertar esa acción dentro de su código de lenguaje.

Dentro del diálogo que sostiene el robot con el hombre, el androide no logra comprender la función de la mentira, pues ha sido programado para decir la verdad, y le resulta materialmente imposible registrar el sentido de ese movimiento del párpado. Sabe que eso es ahora un «guiño» pero no logra entender su significado. De hecho, si nosotros, humanos, nos pusiéramos a explicar cada uno de los sentidos de este movimiento del párpado, comúnmente entendido cuando se usa, quedaríamos perplejos por el número de significados que podríamos entresacar, y más aún, explicarlos verbalmente sería un trabajo arduo.

Así pues, no estamos lejos de que nuestra computadora no sólo nos lea nuestros documentos, sino que nos cuestione cosas que no entiende y más aún, que llegase a recriminarnos por haber cometido una falta. ¿Y si un día nuestra computadora nos llega a comentar lo mismo que Terminator II (sí, el de Schwarzenegger ) le dijo al niño O’Connor, al final de la película: «Ahora sé que es lo que significan esas gotas de agua que salen de tus ojos»?
Sorprendente, verdaderamente sorprendente.
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