domingo, octubre 03, 2004

Naderías en torno a la nada.


Nada, querida, nada.

Simplemente el deseo de escribirte algo, cualquier palabra, la que sea. Una coma o un punto sería suficiente material para sentirme leído, tocado por tus ojos. Pero como quiero prolongar hoy esa caricia constelada, te pongo muchas palabras, todas las que hasta ahora he puesto y otras más por el sencillo deseo de hacer extenso este sentimiento de ser leído por ti y por tus ojos constelados de sueños apenas míos.

Nada, nada. Y creo que es un todo que se resiste a que lo pronuncie. Hoy hace frío y mi frío es un poco más intenso con esta nada que dibujo con aguamarina.

Hace no sé cuántos días me encontré a mi paso una persona que tenía ese aroma característico que te distinguía de entre todas las personas, un aroma que me recuerda a mí en días pasados, que me recuerda a ti en todos estos días que van pasando. Estuve tentado a hablarle, a preguntarle cualquier nadería, preguntarle tal vez si ella por azar te conocía o si ella hubiera tenido el deseo de conocerte. Preguntarle si ella sabía que en la nada hay un aroma que lo recuerda todo. Preguntarle - porque no, si es posible- si por algún azar fortuito venía de tu casa o si se trajo algo de nada de tu nada que tengo en este momento. No lo hice, nada pregunté, quizá ella nada hubiera dicho, lo intuyo.

Pero con esta nada voy tejiendo un collar de palabras nerúdeas que naufragan ebrias de tu aroma de nada, de tu aroma que lo es todo. Quizá ellas son las culpables de lo que escribo, de este sin ton ni son que va iterando palabra con palabra con el simple pretexto de prolongar tu pupila en ellas, en mí, en mí nada.

Definitivamente, jugando con Neruda, antes que tú mis palabras están más acostumbradas a mi soledad, y están más acostumbradas a mis tristezas. Por eso escribo de nada, porque me siento como él, como un gato herido de nostalgia que lame su herida de la memoria sin siquiera estar seguro de que eso ayude. Quizá el gato si está seguro, yo no. Por eso de mi lengua sale nada, esa nada que todo se traga desde que te llevas en tu maleta un todo pequeño, ínfimo, diminuto, nerúdeo: mi pensamiento que busca el viento para tocar tu oído.

Serenamente tuyo.