viernes, mayo 05, 2006



Yo recuerdo que desde pequeño fui un mal estudiante. Disperso, falto de concentración, falto de interés.

Admiraba a las personas que se atrevían a interrogar a los profesores porque tan confundido estaba yo que ni una sola pregunta se me hubiera ocurrido formular. Claro, es cierto que la respuesta pudiera, en lugar de explicar, confundir más. Pero el caso es que admiraba que alguien pudiera entender algo para, al menos, formular una pregunta. ¿Y qué pasó después? Nada, que de un momento a otro descubrí que lo mío era leer, leer mucho hasta llenarme los ojos de letras de distintos colores y sabores, hasta mancharme las manos de hartazgo palabrero.