El colmo de la inteligencia suntuosa. Me encontré con una frase exuberante, inoportuna y con un vano alarde de inteligencia:
"...contradecirse es un arte, pocos lo hacen con talento."
Me parece que aquí se ostenta un ejercicio oneroso de lo intelectual. Es extraño, ahora resulta que hasta para equivocarse, debemos ser inteligentes, que el meter la pata puede tener un estilo estético.
De aquí lo traje.
lunes, octubre 31, 2005
domingo, octubre 30, 2005
«Pues mira, de soledades yo ya no quiero saber nada.» Esto me dijo por teléfono ayer un amigo, y entiendo lo que quiere decir. Su antigua novia se llama Soledad, una chica muy guapa e inteligente pero al mismo tiempo enojona y con espasmos de neurosis (no sé si reales, pero acaso muy cercanos). Ahora ella anda con un futbolista y creo que le va bien. Otra Soledad es su prima, chica agradable y sin tantas complicaciones como la anterior. Con quien tuvo problemas mi amigo fue con el novio. Las razones medianamente las desconozco y que así quede.
Y sí, a no todos les va bien cuando tienen una Soledad cerca.
sábado, octubre 29, 2005
Don Quijote: Lo heroico y absurdo en los Bloggs.
En uno de los pasajes, a mi gusto de los más sublimes de la literatura, tenemos a Don Quijote en la Sierra Morena. Ahí, el caballero de la Triste Figura delibera qué hazaña habrá de realizar para ingresar a las crónicas de la alta literatura caballeresca.
Después de hacer una apología al encantamiento y describir uno de los más hermosos pasajes sobre el amor de un caballero a su Dulcinea, Don Quijote decide enviar una carta a su doncella suscribiendo la devoción que tiene por ella, la más indiferente e inalcanzable de las bellezas nunca jamás concebida. «¡Oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo en que por tu causa quedo: si gustaras de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte, El Caballero de la Triste Figura»
Sancho sería el mensajero y relator de las hazañas y cuitas cumplidas en su honor. Así, en un arrebato de espontánea locura, el Manchego decide quitarse los pantalones y, cubierto sólo por las faldas de la camisa, se pone a dar tumbos y vueltas, a brincar tocándose los pies con las manos, a pararse de cabeza «descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco.»
Una vez que se fue su escudero, y no satisfecho con hecho frente a él, Don Quijote decide hacer una cosa más en muestra de su devoción. Titubeando entre imitar a Amadís de Gaula, norte, sol y lucero de los valientes y enamorados, quien por melancolía se internó en Peña Pobre después de haber sido desdeñado por su amada Oriana, o dudando emular la furia loca de Roldán, quién arrancó árboles, mató pastores, destruyó ganados y «cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura» después de haber visto que su amada Angélica La Bella correspondía al amor de Medoro, Don Quijote opta por una tercera alternativa. Crea un rosario arrancándose las faldas de su camisa y haciéndole nudos; y así, aburriéndose entre miles de avemarías, en medio de una soledad apabullante en la espera de su escudero, el Caballero de la Triste Figura realiza la más poética de las acciones jamás realizada por caballero alguno, acto efímero que le hubo llevado a la inmortalidad: Don Quijote de la Mancha buscó entretenimiento «paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por las cortezas de los árboles y por la menuda arena muchos versos, todos acomodados a su tristeza, y algunos en alabanza de Dulcinea.»
Después de hacer una apología al encantamiento y describir uno de los más hermosos pasajes sobre el amor de un caballero a su Dulcinea, Don Quijote decide enviar una carta a su doncella suscribiendo la devoción que tiene por ella, la más indiferente e inalcanzable de las bellezas nunca jamás concebida. «¡Oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo en que por tu causa quedo: si gustaras de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte, El Caballero de la Triste Figura»
Sancho sería el mensajero y relator de las hazañas y cuitas cumplidas en su honor. Así, en un arrebato de espontánea locura, el Manchego decide quitarse los pantalones y, cubierto sólo por las faldas de la camisa, se pone a dar tumbos y vueltas, a brincar tocándose los pies con las manos, a pararse de cabeza «descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco.»
Una vez que se fue su escudero, y no satisfecho con hecho frente a él, Don Quijote decide hacer una cosa más en muestra de su devoción. Titubeando entre imitar a Amadís de Gaula, norte, sol y lucero de los valientes y enamorados, quien por melancolía se internó en Peña Pobre después de haber sido desdeñado por su amada Oriana, o dudando emular la furia loca de Roldán, quién arrancó árboles, mató pastores, destruyó ganados y «cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura» después de haber visto que su amada Angélica La Bella correspondía al amor de Medoro, Don Quijote opta por una tercera alternativa. Crea un rosario arrancándose las faldas de su camisa y haciéndole nudos; y así, aburriéndose entre miles de avemarías, en medio de una soledad apabullante en la espera de su escudero, el Caballero de la Triste Figura realiza la más poética de las acciones jamás realizada por caballero alguno, acto efímero que le hubo llevado a la inmortalidad: Don Quijote de la Mancha buscó entretenimiento «paseándose por el pradecillo, escribiendo y grabando por las cortezas de los árboles y por la menuda arena muchos versos, todos acomodados a su tristeza, y algunos en alabanza de Dulcinea.»
____
[Don Quijote de l a Mancha, Caps. XXV-XXVI]
****
¿Por qué escribo esto? A veces pienso que escribir en los Bloggs es un acto parecido al efectuado por nuestro Quijote, ese loco que nos lleva a realizar el más fugaz de los actos. Escribir en el ciberespacio es algo semejante a dejar poemas escritos en las cortezas y en la arena, un ejercicio tan solitario como esperar ser leído por alguien, espera kafkiana por el lector que nunca nos visitara, o por el que ha guardado testimonio de su presencia. Es una soledad extraña, muy íntima, igual a aquella que se nos muestra en los 5 segundos antes de dormir. Este Blogg sería un tributo a ella, como un libro puesto en el rincón más escondido de una librería esperando ser tomado por alguien.
¿Y por qué, no obstante lo dicho, sigo aquí, haciendo un rosario de palabras, colocando una tras otra, creándoles un sentido, aquí, hablando a solas como quien hablara para sí mismo? La respuesta puede estar con Kierkegaard, con Kierkegaard de nueva cuenta: el acto verdadero es aquel que se realiza en medio de la soledad, sin testigos, haciendo caso omiso del testimonio que podemos dejar para los otros. Un maestro de la soledad, dirá Kierkegaard, es Abraham quien lleva la mortal encomienda en un acto silencioso hacia Moriah. Otro maestro de la soledad es, según Nietzsche, Zarathustra.
Pareciera que el acto de la escritura se realiza para no ser leído más que por uno mismo, para no ser entendido más que por sí mismo, para contemplarse a sí mismo. ¿Y por qué continúo aquí? Porque a veces no me gusta estar solo, me aburro de mis manías y salgo a la calle para encontrarme con alguien. Es posible que encuentre a un/a lector/a incauto/a que hubiere llegado hasta esta parte de mi largo discurso. Si es así, enhorabuena.
____
miércoles, octubre 26, 2005
Hedoné
Epicuro afirma que la filosofía es el phármakon, el medicamento para contrarrestar las cuatro causas que llevan al hombre al sufrimiento: la muerte, el dolor, el temor a los dioses y, finalmente, para corregir las ideas falsas que tenemos acerca de lo que es el bien. Dice que una vez conseguido esto se logra estar feliz porque el placer conseguido nos conduce a la tranquilidad. Eso dice, pero no dejo de pensar que si lograra extirpar mis demonios me quedaría solo, completamente solo en una existencia aséptica y llena de sabiduría. Prefiero perderme en los vericuetos de la mortandad y seguir con la esperanza de que estos indiferentes dioses me harán caso cuando llegase a invocarlos. Vale.
martes, octubre 25, 2005
SUEÑOS Y DESIDERATUM
(Desde los deseos reprimidos de Freud, hasta las teorías modernas del irracionalismo)
Una amiga me mandó un correo pidiendo mi ayuda. Me comenta que recibió un correo de un conocido mutuo donde, en su post data, se relata un sueño. En ese sueño —dice él— ambos eran novios. Ella me pide ayuda para interpretarlo y yo no sé qué decir.
Lo que sentí fue un poco de sorpresa por el extraño juego que a veces sucede en los sueños. Una vez soñé con Jorge en traje de baño y también me sorprendí bastante. No se me ocurrió el sano deseo de pedir ayuda para comprender qué significaba. Recuerdo que cuando desperté me quedé sumamente consternado y, lo confieso, con mucha repulsión (¿¡Cómo que con Jorge!?). ¿Y a quién le hablaría para comentarle mi sueño para, al menos, desahogarme un poco?
Recuerdo que cuando fuimos a la playa varios amigos/as (entre ellos, Jorge) se me desató una especie de repulsión por la pueril condición de mi no-todavía-soñado-amigo. Estaba él ahí, retozando sus pies en la playa en compañía de una mujer de la cual se sentía atraído (y ella correspondiendo a esa atracción). Ahí, caminando con su trajecito de baño color azul, con nalguitas de niño consentido. Recuerdo que cuando lo vi me acordé de un compañero de la primaria que, en la sesión de deportes, siempre se quedaba sentado porque se cansaba muy rápido y dejaba de correr. Una vez vi a su mamá y era un manojo de mimos para con ese niño de quien ahora no recuerdo su nombre. Me dio mucho coraje de que ese niñito fuera un completo inútil, un completo flojo. Una de mis primeras aversiones a las personas flojas fue en la infancia, pero sobre todo a esas personas que son flojas y que esperan que alguien les haga las cosas. Cuando mi compañero se levantó y reanudó su carrera (yo había dado toda una vuelta a la pista y ahora estaba tras él), le di alcance y con el puño cerrado chocando en su espalda le dije «¡Córrele, pinche Hugo!» (ya recordé su nombre) mientras yo fruncía el ceño de coraje contenido y él lo fruncía de dolor. Tenía yo 8 años. Y ahora ahí estaba Jorge, jorgito, como le decían todos, con su voz de tenor lírico, haciendo falsetitos cuasifemeninos mientras le sonreía a la Magos (por supuesto, así no se llama).
Pero no hay nada tan extraño y esperanzador como soñar con una mujer bonita. Cuando mi amiga me comentó que un alguien había soñado con ella y que en ese sueño ambos eran novios, me acuerdo que yo tuve algo semejante, lo confieso, pero no llegué a tanto. —¿Cómo, él también ha soñado contigo—, pensé. Soñar con una mujer no sólo halaga sino que uno se siente importante, más importante que otras veces, y también te dan buenos motivos para hacer muchas cosas, como saltar de alegría, por ejemplo. Junto a una mujer bonita a uno le salen alas y se pueden se sacar fuerzas hasta del viento. Como dije, con mi amiga no soñé que éramos novios sino que ambos íbamos en un camión hacia no sé qué lugar del país. Ella dormía y yo no dejaba de ver su rostro mientras al otro lado de la ventana los árboles huían. Era como si yo fuera Prometeo robando el fuego del conocimiento, parecía que estuviéramos volando, como si la hubiera arrancado de los brazos de su falso novio y me la llevara a otro lado del mundo en lo que pasaba la tarde. Me gustan sus manos, siempre me han gustado, y el color de su piel que tal vez le puede fastidiar a ella para mí es un encanto, un embrujamiento sutil al cual yo caí desde un principio de todos los tiempos.
Le comenté que hay formas de concebir a los sueños. Con Freud, por ejemplo, en el sueño se realiza un deseo que en vigilia está reprimido (v. gr., como no tengo dinero y sueño con dinero para satisfacer mi deseo, al menos en sueños). Esta podría ser una línea de interpretación, sin embargo, no la única. Otras interpretacónes hacen una distinción y contraposición muy clara entre lo lumínico (de numen, luz) y lo anómico (lo que no se puede nombrar, a–nomos). El ámbito lumínico es conceptual, evidente, representable con palabras (la Ilustración del s. XVIII está iluminada por las luces de la razón), mientras que lo anómico prescinde de todo tipo de lenguaje, i.e. cualquier experiencia que concluya en lo inefable. Dentro de esta dicotomía —así continuaba yo tarareando mis lecciones sobre lo onírico mientras ella con su sonrisa llenaba todas mis ideas— se pueden entender los sueños como un discurso cuyo contenido semántico no es necesariamente el visible, el evidente (del lat. evidens, hacer ver) es decir, que lo mentado en los sueños —su significado o sentido, pues— no se reduce a un conjunto de enunciados racionales. De esta manera un sueño puede ser completamente transgresor del sentido porque es una experiencia que, en su seducción, lo trastoca todo...
Mi amiga es muy bonita. «¿Quién no ha soñado contigo?» —le pregunté al final de mi carta, coqueteando, y ella, seguramente, de ahora en adelante leerá las cartas mas no las post data que las concluyen.
Y de mis sueños, no me atrevo a afirmar nada de mis sueños porque, me parece, todos (o casi todos) escapan de cualquier explicación. Y aún la más sencilla de esas nos puede acarrear problemas. Que los sueños y sus juegos en los sueños queden.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)